miércoles, 12 de septiembre de 2007

ECUMENISMO:

Políticamente correcto; pastoralmente incierto


Septiembre 11 de 2007
Por Harold Segura


Hace pocos días se publicó el Documento Conclusivo de Aparecida, ahora en su formato físico (¡no hay como el libro que huele a tinta!). El padre Crisóforo Domínguez (México), nuevo Secretario del Departamento de Comunión y Diálogo del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), tuvo la amabilidad de regalarme una copia, la que me entregó la semana pasada en una breve visita que hice a Bogotá. Confieso que, aunque el Documento ya estaba en su versión electrónica desde hacía más de un mes, me había resistido a leerlo en la pantalla (pertenezco a esa generación que asocia el placer de la lectura al olor del papel y la textura de las hojas). De modo que, ya con el libro en mano, me dispuse a leerlo comenzando por las secciones de mi mayor interés. Después de releer la carta del Papa y de revisar la introducción, me dirigí a la última parte del capítulo quinto (5.5.1), y a las otras secciones donde se encuentran los párrafos del diálogo ecuménico e interreligioso.

No pude evitar hacer el ejercicio —no sin cierta malicia— de conocer las diferencias entre la última versión aprobada por los obispos el último día de la Asamblea y esta versión final. ¡Cómo evitarlo ante las polémicas creadas alrededor de los cambios! Las leí, las revisé, las comparé y, como en las demás secciones, quedó casi todo (me siguen pareciendo exageradas las protestas por los «recortes» al documento. No porque no los haya habido, sino porque los que se hicieron son representativos de las tendencias mayoritarias de los obispos que tuvieron voz y voto). En cuanto al ecumenismo estos son los cambios:


El padre Ronaldo Muñoz (Chile), al comentar estos cambios dice que en Aparecida sí se escuchó a los observadores evangélicos (soy testigo de eso) y que, como fruto de esos diálogos, «se promueve con esperanza el ecumenismo». Agrega Muñoz que las modificaciones que se introdujeron por parte de la Comisión de Redacción —porque ya sabemos que no fue el Papa— reflejan miedo y «preocupación porque la participación católica sea más controlada, incluso por el Vaticano». También estoy de acuerdo con esta apreciación. Es decir, para la Iglesia Católica el ecumenismo es un «camino irrenuenciable» (# 227), siempre y cuando se transite con las debidas precauciones (a veces demasiadas) y se acaten «las normas del Magisterio». Siempre ha sido así. Y esa cautela no tendría nada de infortunada si, en la práctica, no entorpeciera las acciones pastorales ni retardara el testimonio común.


Tantas restricciones (baste ver el Código de Derecho Canónico) explican, en parte, por qué en las últimas décadas los textos acerca del ecumenismo oficial se miden por kilómetros y las acciones ecuménicas (efectivas y concretas) por milímetros. Ejemplo de lo anterior son las relaciones entre católicos y bautistas. La Alianza Mundial Bautista, AMB, y su expresión continental, la Unión Bautista Latinoamericana, UBLA, (organización a la que tuve el honor de representar en Aparecida) han sostenido diálogos formales desde 1984. El Vaticano, por medio del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y la AMB, por medio de la Comisión de Doctrina y Relaciones Intereclesiales, se han reunido en seis ocasiones: en Berlín Occidental (1984), en Los Ángeles (1985), en Nueva York (1986), en Roma (1987), en Atlanta (1988) y, la última, en diciembre de 2003, en la ciudad de Buenos Aires, en el aúla de docentes del Seminario Internacional Teológico Bautista. En este último encuentro se me concedió el privilegio de participar como uno de los representantes latinoamericanos y de responder la ponencia magistral del Cardenal Walter Kasper (Alemania)1.


En estos encuentros católico-bautistas se han señalado varios puntos de acuerdo teológico; también las infaltables divergencias doctrinales. Se ha afirmado la necesidad del respeto, de la comunión fraterna y del testimonio común. Se ha dicho que «cuando nos esforzamos por vivir como testigos del Evangelio, surgen las coincidencias que nos unen». Pero, a pesar de las declaraciones, poco o nada ha pasado en el campo de los compromisos prácticos. Razones tengo para pensar que la Iglesia Católica, en materia ecuménica, es políticamente correcta, pero pastoralmente incierta. Una cosa son las encíclicas, las exhortaciones apostólicas y las cartas pastorales, y otra diferente los planes pastorales que se suscriben en las Conferencias Episcopales de cada país. No dudo de la importancia que tienen las declaraciones oficiales, pero dudo de la voluntad cristiana para romper las desconfianzas (que son mutuas) y caminar juntos tras la misión. Entre prevenciones eclesiales, pulcritudes doctrinales y recelos históricos nuestro ecumenismo en América Latina y el Caribe trascurre sin mucho qué mostrar. Sobran las conceptualizaciones y falta el testimonio.


Eso fue lo que dije —o quise decir— en una entrevista amable que me hizo Pepe Marmol, de la Organización Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (OCLACC) 2, segundos después de la foto oficial con todos los obispos (el lunes 28 de mayo, en Aparecida, inmediatamente después de la misa). Estaba haciendo frío; Pepe «me disparó» dos o tres preguntas, y yo, para defenderme —del frío y de la mirada incisiva del periodista—, dí una respuesta que sirvió para este titular: «Falta compromiso ecuménico para la misión». En ese momento ya se había aprobado la penúltima versión del Documento Final y se conocía el tenor de los párrafos ecuménicos. Había motivos para la celebración, tanto por el contenido como por la extensión de esa sección (# 227-234): tres páginas dedicadas al tema. En fin, no faltaba agregar más al texto aprobado; lo que faltaba es lo que ha faltado siempre: actitud ecuménica para arriesgarnos a servir juntos y dar testimonio del Jesús al que seguimos.


Lo escrito, escrito está… y en Aparecida bien escrito está. «No hay que hacer más que una cosa», enseñaba el insigne Cardenal Yves Congar (1904-1995), «ser fieles, trabajar con todas las fuerzas dentro de la fuerza misma de Su gracia. Él sabe ya el resultado».3 Eso es lo que hace falta: trabajar con todas las fuerzas. ¿Lo haremos?

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1 Los otros representantes latinaomericanos fueron: Nancy Bedford (Argentina), Josué Fonseca (Chile), Amparo de Medina (Colombia), Raúl Scialabba (Argentina), Paul Eustache (Venezuela), Alberto Prokopchuk (Argentina), Nilton do Amaral Fannini (Brasil), Tomas Mackey (Argentina) y Carlos Villanueva (Argentina).
2 http://www.oclacc.org/index.php?id_seccion=41&id_noticia=3145
3 Yves M. J. Congar, Iniciación al ecumenismo, Editorial Herder, Barcelona, 1985, p. 49.